Había cierta expectación por comprobar cómo podría funcionar un conjunto formado por un cuarteto de cuerdas y una tuba. Si bien no es una combinación común, lo cierto es que existen obras escritas para esta formación, lo que ya de por sí daba pistas de que la cosa podría casar con naturalidad. Y lo cierto es que lo hizo. En ningún momento se sintió el metal como un elemento extraño y eso también dice mucho de la capacidad de los intérpretes para lograr una conjunción que sonara agradable. Fue un concierto que permitió acercarse a un instrumento poco reconocido entre el gran público. Aunque parezca que sus capacidades son limitadas y que sólo está para apoyar a otras líneas o instrumentos más protagonistas, tras el recital de ayer a todos nos quedó muy claro que sus posibilidades técnicas y expresivas también pueden aportar cosas interesantes. Y claro, para eso quién mejor que un Oscar Abella que se volvió a salir. Y es que no es nada fácil convertir la tuba en un instrumento melódico y menos aún con esa limpieza y sonido. Se enfrenta a pasajes escritos para otros instrumentos mucho más ágiles con una naturalidad admirable, siendo mejor aún los resultados que logra. El derroche de técnica, habilidad y pulcritud en la obra de Sarasate, igualando en agilidad la tuba con el violín, fue sorprendente. Lógicamente, a estos buenos resultados contribuyó un sólido cuarteto que también tuvo que trabajar lo suyo. Sus buenas maneras se apreciaron en la obra compuesta y dirigida por el propio Abella. Y es que ya les digo, aquí tenemos tubista para todo.
Fue una Matinée cortita -50 minutos-, pero no por ello nos dejó a
medias. La música antigua rara vez lo hace. Y menos aún si como ayer
ésta es abordada con gusto, rigor y conocimiento de una época cuya
música tiene el poder de transportarnos a estados mágicos y de
placer musical. Sin duda, la calidad de los intérpretes y los
instrumentos de época tuvieron mucho que ver en que la cita
resultara muy agradable.
(...) Cada instrumento tuvo su momento de lucidez. Lo tuvo el
serpentón, tal vez el más destacado por su forma de serpiente y
sonido grave. Oscar Abella le dio vida en unas inspiradas
'Recercadas' de Ortiz, en la 'Sonata IV' de Castello en bonitos
diálogos y contrapuntos con un acertado Juan Vega en la flauta
dulce, así como en la 'Sonata XII' final, exigente para los tres
portadores de melodías; oboe, flauta y serpentón. (...) Fue, en
suma, un bonito acercamiento a lo antiguo de manos de un conjunto
comprometido con la época.
En la colocación de la orquesta ante nuestros ojos, la distancia entre el sitio habitual de la tuba y el proscenio de los solistas, es kilométrica. De ahí el atractivo de este concierto, donde el joven y espléndido Óscar Abella ha dado una verdadera lección de dominio del abultado instrumento. Su versión del concierto para tuba baja y orquesta en fa menor de Vaughan Williams cautivó al público, pasando de la curiosidad al disfrute de ese sonido amplio y envolvente, con evocaciones de trasatlántico, que, sobretodo, en el andante sostenuto despliega asombrosas cualidades líricas. Abella -miembro de la orquesta- no sólo ejerce un extraordinario dominio técnico, que aún sorprende más por las dimensiones del instrumento y las exigencias del fiato, sino que atrae al oyente a un campo de novedad tímbrica, de claridad expositiva, de entretenimiento no exento de sentido del humor. Muy bien arropado por la orquesta, la versión de esta obra -homenaje a la Sinfónica de Londres, y a la tuba, claro- fue una delicia. Para agradecer los aplausos entusiastas del público, Abella ofreció la danza rumana número dos de Dumitru Ionel -virtuoso de la tuba, también-, en un arreglo para cuarteto de cuerdas, de su original para tuba y piano. Extraordinario virtuosismo el demostrado de nuevo por el solista, que es capaz de quitar colesterol a la lenta tuba, y hacer filigranas sonoras.
31.05.2009 | Aitor Álvarez
Crítica del concierto "La Hora
Grave"
Intérpretes: Oscar Abella, tuba - Arkadiusz Maciejski, contrabajo y
bajo eléctrico -
François Proud, fagot - Jean Pascal Guillot, piano.
"BAJOS Y GRANDES"
(...) Del concierto podrían rescatarse varios momentos especiales.
Por un lado, dos obras que permitieron descubrir muchas de las
capacidades técnicas y expresivas del fagot y la tuba; Seul contre
tous para fagot, en la que sobresalieron diferentes formas
jazzísticas y Rêve oublié para tuba y banda magnética, interpretado
de forma genial por un virtuoso Oscar Abella que sacó chispas de un
instrumento que se convirtió en un vehículo ágil y eficaz en la
velocidad. En conjunto, caben destacar Histoire du tango, en la que
todos asumieron papeles melódicos; la íntima Oblivion, en un dúo de
fagot y piano en plena sinergia melancólica, y Rhapsody in Blue, con
un gran pianista a pleno rendimiento, cerrando un concierto
diferente que sirvió para descubrir en estos instrumentos un
colorido especial y en los músicos una destreza que rara vez son
perceptibles para el público.